Un mundo primitivo
Vea qué tan primitivo es este mundo. Si una persona concluye que no pertenece al país y abandona el lazo conceptual que la ata a él, la persona se vuelve invisible. Como la constitución del país reconoce el derecho a tener una nacionalidad, pero no el derecho a prescindir de ella, el país no entiende o se desentiende.
Pero, ¿por qué abandonar la nacionalidad? Pues por las mismas razones por las cuales una persona decide terminar su afiliación con cualquier grupo de gente o institución. Por ejemplo, porque el grupo de gente tiene malos hábitos, porque la institución es tan corrupta que es contraproducente andar con ella. ¿Voy a ser un mejor ser humano si tengo esta nacionalidad? No, todo lo contrario: me voy a untar de miel.
Cuando uno se deshace mentalmente de la nacionalidad, queda totalmente indefenso porque después de años de adoctrinamiento patriótico, se corta inmediatamente el único medio de supervivencia que uno conoce: trabajar para una empresa de la nación. Porque las empresas solamente pueden contratar gente «con papeles» y las empresas propias tienen que pagarle vacuna a la república para ser legales. Entonces se pierde el «derecho a una vivienda digna», el «derecho a la alimentación», el «derecho a la educación», el «derecho a la atención médica»... ¡¿Pero cuál que «se pierde» si esos derechos tampoco los tienen los nacionalizados?! Mejor, se dificulta más todavía el acceso a esas cosas básicas. «Derecho» es un eufemismo que usa el gobierno para referirse a sus propios productos y servicios pagados.
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